Ignacio Escañuela Romana
Amainó la galerna, pero imposible dormir. Las ideas barren la superficie de mi mente y me empujan como si fuese un triste papel, sucio y abandonado, en mitad de un descampado inmisericorde. Así que no, ya no recuerdo los caminos y es imposible que pueda retornar a algún sitio. Nada ha cambiado, salvo esta perdición.
Algo positivo es que nada más puede pasar. La tempestad rompió el barco y ahora nado en mitad de oleajes eternos, hacia una nada cierta. Porque el sol saldrá, mas no para mí. Lo sé con seguridad. Queda aceptarlo.
¿Culpas? La misma idea es absurda. Todo comenzó porque arriesgué mi propia consciencia y no me importó alejarme. Al menos, nada más puede pasar. Nado en una espacio indefinido, bajo vientos silbantes, en una verdad interior. Al menos eso, sí, esa verdad. No es nada, pero es.