Ignacio Escañuela Romana
Día 1, y digo ahora empiezo, vamos allá, esto es ánimo y valor. Me miro al espejo y saco músculo, voy bien. Me acuesto y me despierto entonces en ese día 2. Bueno, me siento paradójico, cómo era eso de ir y planificar, no me pregunto sino con voz queda y ronca mientras intento recordar cómo era el propósito. Bueno tiraré de cafés, a falta de esa fe. Apenas logro animarme por la mañana, que por la tarde busco la toalla que quisiera tirar al ring. Bueno un poco mejor por la noche, no voy, sin embargo, a mirarme los bíceps, dejémoslos. Me acuesto, un poco de música. Vamos allá, me digo, triunfando. Entonces llega el día 3, me levanto arrastrándome y miro con afán insalvable la cafetera. No me entiendo, no, la verdad. Creo que nado en la bruma, no me pregunto, no sé nada. No obstante, sigamos, lucharé hasta el final, me digo, Pero pienso, bueno quedan cuatro más hasta completar la semana. Va a ser que no, reflexiono. Lo siento, encojo mis hombros y, claro, me voy a pasear. La vida es así, me digo. Nadie es perfecto, no. Bueno no es una tragedia griega, es sólo la vida corriente, pienso. Y, entonces, echo a vagar …