Ignacio Escañuela Romana
Tomé mis cosas, algunas las tiré y otras las dejé en el asiento trasero del coche, arranqué, sin mirar atrás, a través del polvo de la carretera bañada en intensa calima, bajo cielos de raros pájaros alados, de color rojo sangre, surcantes del firmamento encendido, hacia el que no podría llegar, pero sí bajo el que conducir, mirada fija. Lo sabría cuando volviese, pensé, sin alegría, tristeza, nostalgia, venganza, esperanza; como un existente ajeno, mas afirmante. Todos los años vividos mueren ahora, en estos kilómetros, en los que el corazón late acompasado señalando el tiempo, me dije. Sin historia, despedirme, no sólo de ella, sino, sobre todo, de mí mismo. Esos pájaros…