Ignacio Escañuela Romana.
De repente viví una de las experiencias por las que todos los hombres, de forma abrupta, inesperada y repetitiva, han ido cruzando, llorando las mismas lágrimas, echando los mismos recuerdos absurdos de un tiempo que no puede volver, porque es el pasado, y el pasado es eso: lo que no está presente. Dice Heidegger que la vida humana es un vivir ahí, arrojado, mas los hombres lo vivimos como el eterno recuerdo irrecuperable, la información sobre lo que ya no es, la decisión sobre lo que no podemos cambiar.
Sí, revivo esa canción eterna, me digo:
«No, no quiero volver
A pisar el viejo callejón
Hace tanto tiempo
Y ya no siento nada» Nacho Vegas
Porque el tiempo nos aniquiló allí, mientras fumábamos ese lucky. Ahora, sí, que te va bien, y ese callejón ya no es lo que es, sino lo que fue y no podrá volver.
No, nada por volver, pero ese recuerdo tuyo me quema hasta la raíz y percibo, por fin, la realidad, de esta vida: «hace tiempo ya que tú lo olvidaste».
En estos tiempos en que el viejo lucky es propio ya, y no compartido. Cuando sé que prosigo y soy, quizá, casi el mismo, y tú, sin duda, me olvidaste. ¿Quedar allí a media mañana, entonces?. No, en la sima en que me acostumbré a vivir no cabe volver: nunca más podré pisar ya «el viejo callejón». La existencia es esa despedida y el posterior olvido. Sigo observando cómo el cigarrillo se consume.