Ignacio Escañuela Romana
Me desperté. Vi hondas quebradas, hirientes. Me di la vuelta y dormí profundamente. Las primeras luces me despabilaron y sentí un estallido interior. Deshecho, confuso y loco, me incorporé y caí a través de la quebradura, deslizándome, como en lo real. Aquí y ahora, de ese entonces y allí, en el tremor, escribo esto.