Ignacio Escañuela Romana
Me volví, sin ninguna esperanza. En una tarde más, como otras muchas, en los días que pasaban. Momentos, vivir. Sentí el peso de los días recorridos con el viento, el polvo levantado de los caminos, el sol surcando el horizonte, en el asombro de estar, ser.
Ahora, esa tarde añadida yace allí, en un instante más, en la memoria.
Asciendo la cuesta y pienso, sí, quedamente. En medio de la torrentera de Heráclito. He comprendido que caí esa tarde y estoy ahora en lo que queda. Apenas pequeños reflejos huyentes en el agua. Que, sí, ríe como un niño que juega. Mientras, la lejanía me observa y yo sólo puedo narrar y sentir.