Ignacio Escañuela Romana
La sensación de frío y soledad en medio de una nada, como otras tantas, con la que me continúo despertando día tras día. La noche que me reveló lo que sabía bien dentro de mí, la ausencia, de todo, de cualquiera, de mí mismo. Aquel instante que será mi último recuerdo, que se evaporará en el tiempo sólo cuando yo no esté.
Sólo queda el hondo estremecimiento momentáneo, en mitad del conato que sigue persistiendo, obstinado. La estupefacción, el fluir pasajero en la mirada, las estrellas observando, el hueco interior incolmable.