Ignacio Escañuela Romana
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo
(Pizarnik)
Y entonces me pregunto: ¿qué dice el lenguaje?, ¿hasta dónde llega? ¿Qué queda más allá, como inexpresable? ¿Guardamos lo más importante más allá de las palabras? ¿Qué miedo está oculto?
«De lo que no se puede hablar, hay que callar», dice Wittgenstein, pero refiriéndose a lo metafísico, al sentido del mundo y la existencia. No es esto lo que me pregunto, además de ser tan dudoso como que es una afirmación contradictoria: hablar para decir que no debería haber hablado, ya que no puedo hablar sobre aquello no expresable, ni siquiera para decir que no puedo hablar de ello (lo que precisa un conocimiento previo).
Claro, la naturaleza es muda, nos dice Benjamin. El hombre dice, las cosas son.
Pero no me refiero aquí al sentido final o lo divino, o el ser, sino a la sensación o emoción humana, específica, irreductiblemente individual. Aquello que sentimos de forma tan potente que la palabras lo que hacen es esconderlo. Tal vez enmascarar ese miedo que nos señala Pizarnik.
¿O crean las palabras una historia y, entonces, las emociones se ordenan dentro de ese relato?. Algo parecido a lo que nos dice Murakami a mitad de la novela Sputnik: vivimos en la duda y decidimos cómo vivir, o cómo contárnoslo, sin abandonar esa duda inicial.
En fin, Te iba a decir una palabra pero no pude, se lamentó Hikmet. Esa palabra de la que, quizá, nos acordemos siempre, como testigo de nuestra imposibilidad.