Ignacio Escañuela Romana
Salí al ventarrón de la noche y todo el humo salió despedido y se fue, las nubes me abandonaron, respiré en lo más alto del cerro observando tristes estrellas sobre mí, reflexionando sobre el futuro ya perdido.
Solía creer al menos en mí, ya no. Ahora vislumbro visiones en noches abiertas y sin sentido, donde sobre los prados sueñen procelas durmientes y el huracán tenga breves vahídos de somnolencia.
Todo lejano, en el tiempo. Pero ahora tengo en esa perdida la felicidad de ser ahí y percibirlo. Mientras, siento el viento jugar con mis cabellos y mi piel, breves descargas me recorren, sueño bajo cielos negros con extrañas luces. Sin despedidas, de lo que ahora por fin no me siento culpable.